Al norte de España, donde el mar Cantábrico acaricia montañas verdes y pueblos costeros, se esconde una de las rutas más bonitas del país. Desde Asturias hasta Vizcaya, pasando por la siempre sorprendente Cantabria, esta zona costera combina playas, acantilados y villas marineras únicas. En este nuevo PlanD, te llevamos a descubrir los pueblos y playas más bonitos del Cantábrico: una ruta que huele a sal, sabe a sidra y se vive relajado. ¡Prepárate para enamorarte del norte!
Ondárroa, País Vasco.
- 1. 🌿 Asturias: Costa Verde
- 2. 🌊 Cantabria: Costa Cántabra
-
- 2.1. San Vicente de la Barquera
- 2.2. Comillas
- 2.3. Santander
- 2.4. Santoña
- 2.5. Castro Urdiales
- 3. 🌉 Vizcaya: Costa Vasca
-
- 3.1. Getxo
- 3.2. San Juan de Gaztelugatxe
- 3.3. Bermeo
- 3.4. Elanchove
- 3.5. Ea
- 3.6. Lequeitio
- 3.7. Ondárroa
- 3.8. Organiza tu viaje por la Costa Cantábrica
🌿 Asturias: Costa Verde
Cudillero
Empezamos nuestra ruta por el Cantábrico en uno de los pueblos más bonitos de España: Cudillero. Situado en la parte occidental de la Costa Verde asturiana, este encantador pueblo marinero parece sacado de un cuadro. Sus casas de colores colgando de las laderas, las callejuelas empinadas que desembocan en el puerto y el olor a mar hacen que sea imposible no enamorarse a primera vista. Aprovecha cada uno de sus miradores, porque verás Cudillero desde mil perspectivas… y todas igual de preciosas.
Qué envidia nos da lo fotogénico que es Cudillero, pero además de su encanto visual, es un destino gastronómico ideal. En Plan D Viajero somos de buen comer, y como buenos viajeros, no podemos dejar de recomendarte sus pescados y mariscos frescos, además de sus arroces, carnes y platos tradicionales asturianos. Seguro que lo has oído mil veces, pero lo repetimos encantados: ¡qué bien se come en el norte!
La magia no termina en el pueblo. Muy cerca encontrarás un rincón que te hará suspirar: el Mirador del Sablón. Allí, un banco estratégicamente colocado te regala una de las mejores vistas del Cantábrico. Y para los más instagramers… prepárate, porque este lugar es un auténtico imán para la cámara.
🏡
Tu base perfecta para recorrer la Costa Verde
Si buscas un lugar para alojarte en Asturias, La Casona de Pío es una opción perfecta. Está en pleno corazón de Cudillero, con habitaciones acogedoras, desayuno delicioso y ese aire marinero que enamora. Ideal para usarla como punto de partida y explorar la Costa Verde.
Avilés
Vale, lo admitimos: hemos hecho un poco de trampa. Puede que Avilés no tenga arena bajo sus pies, pero está tan cerca del mar que casi se puede sentir la brisa salada. Aun así, esta ciudad se ha ganado su sitio en la Costa Verde de Asturias por méritos propios. Callejones con soportales, terrazas dónde tomarte una sidra y una ría que le da ese aire marinero tan suyo. ¿Qué más se puede pedir?
Empieza el paseo por la Plaza de España, donde el Ayuntamiento y la Iglesia de San Nicolás de Bari te dan la bienvenida con ese toque clásico de ciudad del norte. Y ya que estás, acércate también a la Iglesia de Santo Tomás de Canterbury, una de esas joyas que te sorprenden.
Pero Avilés no vive solo de historia: tiene un lado moderno que nos encanta. El Centro Niemeyer, con su diseño futurista, rompe con todo y demuestra que aquí la cultura también mira al futuro. Y si buscas un rincón con encanto (de esos que invitan a quedarse un rato), la Calle Galiana es tu sitio. Con sus 252 metros de soportales, es la más larga de la ciudad y el mejor lugar para tomarse una sidra o un vino mientras ves pasar la vida.
Así que sí, aunque Avilés no tenga playa, te conquistará con su mezcla de tradición y modernidad. Y si te quedas con ganas de mar, tranquilo: a pocos minutos tienes algunas de las playas más bonitas cerca de Avilés, perfectas para rematar el día con un baño en el Cantábrico.
Gijón
Gijón, o como dirían los locales, Xixón, es como ese amigo que todos queremos tener: lo tiene todo. Los romanos ya sabían lo que hacían, y si te decimos que hasta construyeron aquí sus termas, ¡tienes que creernos porque todavía puedes visitarlas! Con esas vistas al mar Cantábrico y la brisa que lo envuelve todo, es imposible no enamorarse de esta ciudad. Y oye, no los culpamos: nosotros también quedamos hipnotizados por este rincón costero.
El barrio de Cimadevilla, con su ambiente marinero y sus calles empedradas, te hará sentir como si viajaras atrás en el tiempo. Mientras tanto, la Playa de Poniente y el Puerto Deportivo son pura vida actual: surf, paseos y terrazas frente al mar. Pero si hay un lugar que no puede faltar en tu visita, es el Cerro de Santa Catalina, coronado por el icónico Elogio del Horizonte, símbolo indiscutible de la ciudad. ¿Un consejo? Sube al atardecer y lleva la cámara preparada, porque las vistas son de otro nivel.
Y eso no es todo, ¡ni mucho menos! Gijón lo tiene todo: rutas verdes para los amantes del aire libre, playas interminables donde relajarse, museos, festivales y la impresionante Universidad Laboral, una joya arquitectónica que merece una visita. Por supuesto, no podemos hablar de Gijón sin mencionar la sidra asturiana. Nada como sentarse en una terraza del centro, ver cómo escancian la sidra y brindar por el norte.
En definitiva, su cuidada estética, su historia, sus playas y su ambiente la convierten en una de las ciudades más geniales del norte de España. Prepárate para disfrutarla al máximo… y no olvides brindar con una buena sidra, como haría cualquier buen asturiano 🍏
🚗
Muévete a tu aire por el Cantábrico
La mejor forma de recorrer el norte es sobre ruedas. Disfruta del paisaje, haz paradas donde quieras y vive la ruta sin prisas. 👉 Reserva tu coche de alquiler y empieza la aventura.
Sin duda, la Costa Verde de Asturias es un mundo lleno de rincones increíbles, casi infinitos. Da igual cuántas veces vengas: siempre acabarás descubriendo un lugar precioso que no conocías. Nosotros aún tenemos varios pendientes —y nos encanta tener excusa para volver—, como la Playa del Silencio, Luarca, Ribadesella, la mágica Playa de Gulpiyuri, o el encantador pueblo de Llanes. Cada uno de ellos guarda su propio pedacito del alma asturiana.
🌊 Cantabria: Costa Cántabra
Después de recorrer Asturias de punta a punta, seguimos nuestra ruta hacia el este y entramos en Cantabria. La costa cántabra nos espera con más pueblitos marineros, grandes playas y un toque totalmente diferente al de Asturias.
San Vicente de la Barquera
Seguimos rumbo al este y llegamos a San Vicente de la Barquera, uno de esos pueblos que te roba el corazón nada más visitarlo. Es la puerta entre Asturias y Cantabria, y un clásico de cualquier ruta por la Costa Cántabra. Aquí el mar, la historia y el paisaje van de la mano, y lo mejor es dejarse llevar.
Su puente medieval —una joya del siglo XV— te da la bienvenida con unas vistas preciosas, sobre todo, cuando la marea está alta. Desde ahí puedes seguir hasta las Marismas de Pombo, un paraje lleno de aves donde el Cantábrico se junta con el verde de los prados. Sube también al Castillo de San Vicente, del siglo XIII, porque desde sus murallas se ve todo: el pueblo, las marismas y la inmensidad del mar. Y entre paseo y paseo, entra en la Iglesia de Santa María de los Ángeles, que impone y enamora a partes iguales.
Y claro, siendo un pueblo marinero, aquí también se viaja con el paladar. La gastronomía cántabra brilla con pescados y mariscos frescos, pero si hay un plato que define San Vicente, ese es el sorropotún (o marmita barquereña): bonito, patatas y bien del sabor del norte. Una de esas comidas que reconcilian con la vida.
🌊
Planes top para vivir Cantabria
Cantabria se disfruta mejor viviéndola: recorre sus pueblos con un free tour, navega por su costa o visita el Capricho de Gaudí.
Descubre experiencias únicas y rincones que te harán enamorarte aún más del norte. Ver actividades y excursiones
Comillas
Comillas es otra parada obligada en la Costa Cántabra, y no solo por su encanto marinero, sino porque aquí te espera una auténtica joya del modernismo: el Capricho de Gaudí. Este edificio, diseñado por el genio catalán, es un derroche de creatividad y color.
Se trata de una antigua vivienda —hoy convertida en museo— donde Gaudí dejó su sello más alegre y luminoso. Su inspiración fue nada menos que un girasol, símbolo del movimiento y la luz. De hecho, cada habitación está pensada para recibir el sol a una hora distinta del día. ¿No es una genialidad? Desde arriba, la casa tiene forma de clave de sol, y hasta las forjas de los balcones son un homenaje a la música. Gaudí consiguió reflejar en cada rincón las pasiones de su cliente: la naturaleza, la armonía y la vida.
El resultado es un lugar único, tan original como hipnótico, donde la arquitectura se convierte casi en una obra de arte viva. Si te gusta el modernismo de Gaudí tanto como a nosotros, apunta bien este sitio, porque visitar Comillas y el Capricho es uno de esos planes que marcan cualquier viaje por el norte.
A tiro de piedra del centro se encuentra el Acantilado El Bolao, un paisaje abrupto que impresiona. Los acantilados muestran las formas caprichosas de la roca mientras el mar Cantábrico ruge con fuerza al fondo. El sonido de las olas, el viento y la brisa marina crean un espectáculo que solo el norte sabe ofrecer. Entre los prados verdes verás las ruinas de un antiguo molino de agua y vacas pastando con vistas al mar. Un rincón auténtico y tranquilo que merece la pena descubrir en tu visita a Cantabria.
Pero la belleza de Comillas no acaba ahí. Pasea sin prisa por sus calles y verás cómo la historia se revive en sus fachadas. No te pierdas el Palacio de Sobrellano ni la Capilla-Panteón, dos joyas del neogótico. Muy cerca está la Plaza del Corro, la Fuente de los Tres Caños y, dominando el horizonte, la imponente Universidad Pontificia de Comillas, una de las edificaciones más reconocibles del norte.
Santander
Damos paso a la capital del Cantábrico, Santander, una ciudad elegante y con mucho que contar. Empieza por su arquitectura señorial, con la Plaza Porticada, el Gran Casino de Santander o su Catedral, que forman parte de su identidad más clásica. Después, recorre el Paseo Marítimo, pasando por el moderno Centro Botín —sí, el del ascensor panorámico que arrasa en TikTok— hasta llegar al Barrio Pesquero, donde la vida se vive entre redes, barcos y terrazas.
Si te gusta el fútbol, acércate al Estadio del Sardinero, y si prefieres planes al aire libre, desde aquí parte la Senda de Mataleñas, una ruta de unos 10 km por acantilados y playas que lleva hasta el Faro de Cabo Mayor. Es uno de esos paseos perfectos para ver la Bahía de Santander desde todos los ángulos. Y si aún te queda energía, el Parque Geológico de la Costa Quebrada te dejará sin palabras.
Y claro, no puedes irte sin visitar la Península de la Magdalena, el lugar más conocido y visitado de la ciudad. Es un parque enorme donde puedes pasear, hacer picnic, darte un baño en la Playa de los Bikinis o en la Playa del Camello, o simplemente disfrutar de las vistas. Su visita más famosa es el Palacio de la Magdalena, con su estilo inglés y francés, que en su día fue residencia real y hoy es uno de los iconos de Santander.
🌅
Dormir con vistas al Cantábrico
Despierta con el sonido de las olas y el olor a mar en este encantador alojamiento en Santoña. Un lugar perfecto para descansar y recorrer la costa cántabra a tu ritmo, entre playas, acantilados y pueblos marineros.
Santoña
Seguimos nuestra ruta por el norte y llegamos a Santoña, un lugar donde la pesca y las conservas son casi una religión. No lo decimos por decir: este pueblo es famoso por sus deliciosas anchoas, y cuando las pruebes entenderás por qué.
Más allá de su sabor, Santoña tiene mucho que ofrecer. Su entorno natural es espectacular, rodeado por las Marismas de Santoña, un espacio protegido lleno de vida. El puerto y el paseo marítimo son el corazón del pueblo, perfectos para pasear. Entre sus puntos de interés destacan la estatua de la Virgen del Puerto, la residencia militar, el curioso Centro de Interpretación de las Marismas —cuya forma recuerda a un yate— y la Batería de San Felipe, que todavía conserva un aire histórico, aunque ya poco…
Y si lo tuyo es la naturaleza, prepárate para una caminata de las buenas: la ruta del Faro del Caballo. Parte desde el Monte Buciero y te lleva por paisajes escarpados, aguas turquesas y antiguos fortines camuflados entre la vegetación. El camino no es fácil —y esos 763 escalones de subida al regreso lo confirman—, pero las vistas desde el faro hacen que la ruta merezca la pena. Es uno de esos lugares que definen la esencia del Cantábrico: salvaje, puro y absolutamente inolvidable.
Castro Urdiales
En la frontera con Vizcaya nos espera Castro Urdiales, un pueblo súper chulo que debes visitar en Cantabria. El primer rincón que enamora es el Pedregal, una pequeña cala de rocas donde el mar se cuela entre cuevas y forma un paisaje de lo más fotogénico. A solo unos pasos se alza el Castillo-Faro de Santa Ana, una fortificación del siglo XII que regala unas vistas increíbles del casco histórico y la costa. Justo al lado se encuentra la Iglesia de Santa María de la Asunción, un impresionante templo gótico del siglo XIII cuya piedra, gastada por el aire salado, le da ese aspecto tan auténtico. Muy cerca, aún se conservan las ruinas de la antigua iglesia románica de San Pedro, testigo del pasado marinero de la villa.
Por supuesto, no puedes irte sin recorrer el puerto pesquero, el alma de Castro Urdiales. Allí verás cómo los barcos vuelven de faenar. Y si buscas una panorámica de esas que dejan huella, sube al mirador de la Bahía, junto a la Ermita de Santa Ana: las vistas son de foto isnta. En cuanto a la comida… aquí se nota la cercanía con el País Vasco. Los pintxos son los protagonistas, pequeños manjares que encontrarás en los bares del centro y que convierten cualquier paseo en una experiencia gastronómica.
🌉 Vizcaya: Costa Vasca
Dejamos atrás Cantabria y ponemos rumbo al País Vasco, donde el viaje cambia de ritmo. En Vizcaya el mar sigue siendo protagonista, pero aquí se mezcla con cultura, tradición y mucho sabor. Empieza la parte más gastronómica de la ruta: pueblos marineros llenos de terrazas con pintxos. Un ambiente auténtico que solo se vive en la Costa Vasca
Getxo
Entramos en el País Vasco por todo lo alto con Getxo, una de las joyas costeras de Vizcaya. Aquí se encuentra uno de los grandes iconos del norte: el Puente de Vizcaya, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. También conocido como el Puente Colgante de Portugalete, fue el primer monumento de Euskadi en recibir este reconocimiento. Y no es de extrañar: su estructura junta la estética industrial con la funcionalidad de un puente transbordador que sigue en uso desde hace más de un siglo.
El paseo marítimo de Getxo es de esos lugares ideales para el paseito al atardecer. La brisa del Cantábrico, las vistas al mar y las mansiones señoriales que lo acompañan lo convierten en un paseo espectacular. Uno de nuestros rincones favoritos es el Monumento a Evaristo de Churruca, símbolo del esfuerzo de quienes domaron el mar para construir el nuevo puerto. Y si te apetece algo más tranquilo, adéntrate en el Puerto Viejo de Algorta: casitas de colores, callejuelas y ambiente marinero del de verdad. Es tan fotogénico que cuesta no sacar la cámara a cada paso.
Y claro, hablar de Getxo es hablar de playas. Algunas de las mejores de Vizcaya están aquí. La Playa de Arrigunaga, a la que puedes llegar incluso en metro desde Bilbao, es perfecta para un día sin complicaciones. Pero si hay una que nos tiene enamorados, esa es la Playa de Sopelana: amplia, dorada, salvaje y con olas perfectas para surfear. Aquí los días pasan entre chapuzones, paseos y atardeceres.
Y a solo diez minutos en coche te espera otro rincón de los que quitan el hipo: la Playa de Barrika. Una pradera verde te recibe antes de que los acantilados se abran frente a ti en todo su esplendor. Se puede bajar por una escalinata hasta la arena, pero te avisamos: una vez abajo, no querrás marcharte. Es uno de esos lugares que resumen perfectamente lo que es el norte: naturaleza, mar, y mucha paz.
San Juan de Gaztelugatxe
¿Qué es eso que se ve a lo lejos? ¿¡Dragones!? ¿Es esto Rocadragón? Pues no, eso se lo dejamos a la ficción, porque este lugar es tan mágico como real: San Juan de Gaztelugatxe. Este islote une historia y leyenda, y aunque Juego de Tronos lo hizo famoso, su encanto va mucho más allá de la serie. La naturaleza ha esculpido túneles, arcos y cuevas en la roca creando un paisaje único.
El acceso es una experiencia en sí misma. Un camino serpenteante parte desde tierra firme y atraviesa un puente de piedra que lleva hasta la cima del islote. Tras subir 241 escalones, llegarás a la ermita de San Juan, que desafía desde hace siglos la fuerza del mar Cantábrico. Y ya sabes: cuando llegues arriba, toca tres veces la campana para atraer la buena suerte. Si puedes, quédate hasta el atardecer y observa el sol caer desde el lado continental… magia pura.
Roca, mar y viento. Pocos lugares encierran tanta fuerza y belleza como este. Aunque, si buscas algo más tranquilo, el barrio pesquero de Arminza, en el municipio de Lemóniz, también tiene su encanto. Surgió como una pequeña aldea marinera en el siglo XIII, y más tarde se construyó aquí un fortín defensivo del que todavía quedan algunas huellas.
Hoy Arminza mantiene su esencia más pura: peñones, espigones, olor a sal y buen comer. Antiguamente fue un puerto importante por su industria pesquera, sobre todo de langostas y conservas, y todavía se nota en su gastronomía. Así que si buscas un lugar pequeño, auténtico y donde se coma bien, apúntalo en tu lista de paradas por la Costa Vasca. Y si el cuerpo te lo pide, lánzate al agua: no hay mejor forma de cerrar la visita.
🧭
Explora Vizcaya con experiencias únicas
Recorre acantilados, pueblos marineros y degusta los mejores pintxos del norte con actividades y excursiones inolvidables por Vizcaya. Ideal para quienes quieren vivir la Costa Vasca más auténtica.
Bermeo
A solo 11 kilómetros al este se encuentra uno de los pueblos más bonitos de Vizcaya: Bermeo. Situado en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, este pueblo marinero tiene ese equilibrio perfecto entre tradición, historia y vida local.
El centro neurálgico de Bermeo es, cómo no, su Puerto Viejo. Es uno de esos lugares donde el tiempo se detiene entre risas, pintxos y olor a mar. Su historia pesquera está tan arraigada que incluso en su escudo se representa su pasado como pueblo ballenero, una tradición que marcó la identidad de toda la villa.
Si te sobra un rato, te recomendamos caminar hasta el faro, situado al final del espigón. Desde allí tendrás una de las vistas más bonitas del Mar Cantábrico y una perspectiva distinta del propio pueblo, con sus tejados de colores asomando sobre el puerto. Es una postal perfecta del norte: mar, historia y autenticidad.
Elanchove
¿Sabes qué? De toda Vizcaya, hay un pueblo que nos robó el corazón por completo: Elantxobe. Este rincón literalmente desafía la gravedad. Sí, así como lo oyes. Las casas parecen colgadas unas sobre otras, trepando por una ladera tan empinada que hasta tiene una rotonda giratoria para que los autobuses puedan dar la vuelta. Pasear por sus calles estrechas es toda una aventura, y cuando llegas abajo, el espigón te recompensa con unas vistas espectaculares del mar Cantábrico.
Pero eso no es todo: aquí también hay una piscina natural de agua salada donde los vecinos se bañan en verano. Se tumban al sol en el hormigón, charlan un rato y… ¡plaf! al agua. Puro norte. De noche, Elantxobe iluminado parece una maqueta. Eso sí, te avisamos: si dejas el coche arriba, prepárate para la subida después del paseo. Pero tranqui, siempre puedes aprovechar para tomarte algo en los bares del puerto. Ambiente relajado, buena música y pintxos que saben a mar. ¿Qué más se puede pedir?
Ea
Ya ea ea ya eea eeaaa… Lagrimitas del Nilo… ¡Uy! Que nos vamos del tema 😅 No, no nos hemos equivocado con la canción de Blanca Paloma de Eurovisión. Este diminuto pueblo del que te vamos a hablar se llama así: Ea, el pueblo con el nombre más corto de España. Y aunque es pequeño, te aseguramos que te enamorará en cuanto lo explores.
La visita es sencilla: lo habrás visto casi todo con solo pasear por cualquiera de las orillas de la ría hasta llegar al puerto, y terminar en la playa, que solo aparece cuando baja la marea. Ea presume de cuatro puentes preciosos que, junto con sus casitas, son su seña de identidad.
Al final del espigón hay un mirador con cafetería y unas escaleras que bajan directamente al mar. Y si eres curioso, más al fondo encontrarás otras que conducen a un segundo mirador, desde donde podrás contemplar el Cantábrico adentrándose en Ea. Un rincón tranquilo, pintoresco y con ese encanto que demuestra que, a veces, la grandeza está en lo pequeño.
🏡
Tu base perfecta en Vizcaya
Entre playas y acantilados, nada mejor que descansar en este encantador alojamiento en Ibarrangelu.
Perfecto para recorrer la Costa Vasca y disfrutar de la tranquilidad del norte.
Lequeitio
¿Cómo te quedas si te decimos que existe un lugar donde puedes cruzar una isla a pie? Incluso se podría decir que caminarás sobre el agua. Pues sin más rodeos, te hablamos de Lekeitio, y en concreto de la Isla de San Nicolás.
Lekeitio es un pueblo marinero esculpido entre los acantilados del mar Cantábrico, en un pequeño estuario rodeado de montañas y protegido por su famosa isla. Cuando la marea baja, se puede llegar andando, una experiencia única que te hará sentir como si cruzaras un secreto del norte. Como otros pueblos de esta costa, su historia está profundamente ligada al mar: pesca, comercio, identidad y cultura. Por sus calles pasearon balleneros, piratas y comerciantes, dejando su huella en el casco histórico y en los muelles.
El casco antiguo es un pequeño laberinto de calles empedradas, con la Basílica de la Asunción de Santa María como gran protagonista. Este templo gótico es uno de los más impresionantes del País Vasco (¡y su retablo mayor te dejará sin palabras!). En el puerto, la vida pesquera y su ambiente alegre llenan el paseo de color, risas y pintxos.
Además de playas, historia y gastronomía, Lekeitio tiene una agenda cultural muy viva, con ferias, exposiciones y sus fiestas de San Antolín, donde se celebra la curiosa danza del Zanpantzar. En resumen, una combinación perfecta de costa, cultura y tradición en uno de los lugares más especiales de Vizcaya.
Ondárroa
Y para cerrar esta ruta por el Cantábrico, llegamos a Ondarroa, en el extremo más oriental de Vizcaya, donde la Costa Vasca se despide entre mar, montaña y tradición marinera. Aquí todo gira en torno a los contrastes: la lucha constante entre el mar y la roca, y la convivencia entre lo antiguo y lo moderno. El pasado pesquero se mezcla con una arquitectura contemporánea que le da un carácter único.
Nuestro rincón favorito es la zona del río, donde el ambiente marinero se mezcla con las raíces medievales del casco histórico. Las casas se apilan unas sobre otras, los barcos descansan en el muelle y los puentes unen ambos lados del pueblo. Uno de ellos es romano, el otro de diseño moderno… y juntos muestran esa mezcla perfecta de historia y presente que define a Ondarroa.
Si te apetece un baño, también tienes playa, aunque muchos prefieren lanzarse al agua desde la ría. Justo al lado del puente romano verás un mástil de madera horizontal: es donde se revive el tradicional juego de la cucaña, en el que los participantes intentan alcanzar un banderín en el extremo del tronco resbaladizo. Fácil no es, pero divertido seguro. Ondarroa es así: auténtica, viva y con el alma del norte. Un final perfecto para esta ruta por la costa del Cantábrico.
Como has podido comprobar, son muchos los lugares preciosos que puedes encontrar desde la Costa Verde asturiana hasta la Costa de Vizcaya. Sin embargo, ¿te das cuenta de cuántos lugares nos hemos dejado en el tintero? ¿Cuántos lugares aún no hemos tenido el honor de visitar? ¡Son muchísimos! Nos encanta decir que «ya tenemos excusa para volver», jeje. Aún quedan muchos kilómetros de costa por recorrer. ¡No podemos tener más ganas, estamos ansiosos!
Esperamos que esta aventura haya despertado tu curiosidad por esta región de España y que consideres incluirla en tu lista de posibles próximos destinos de viaje. ¿Quién sabe? ¿Puede que este se convierta en tu Plan D? (D)escubre tesoros de la Costa Verde a la Costa de Vizcaya.